lunes, 22 de julio de 2013

PRIMERA LECCIÓN DE MARKETING


La esteticista inicia su experiencia con la familia o  con las amigas más cercanas, todas animadas por recibir un tratamiento facial GRATIS. Allí tenemos público ¡siempre! y es así como nuestro dormitorio o el dormitorio de una de nuestras pacientes se convierte en el primer escenario de trabajo.

Recuerdo llegar a casa de mi madre los domingos y ver a mis hermanas sorteando en una bolsita a quién le tocaría ese día el tratamiento facial. Llegaba con mucha ilusión, con ganas de transmitir lo que había aprendido, tenía todo listo: las esponjitas amarillas (esas que ya no se usan), el súper exfoliante y una botellita de ácido láctico al 10% que cuidaba como si fuera nitroglicerina; además del famoso extirpador, que parecía un bisturí.  Mis hermanas lo miraban como el causante del sufrimiento y la personificación de ese dicho que dice "para ser bella, hay que ver estrellas". Ellas fueron mis primeras pacientes, mis primeras alumnas y mis primeros clientes insatisfechos. Ese fue mi escenario inicial.


Extendía una toalla grande sobre la cama de mi madre, luego la cubría con una sábana blanca y empezaba el ritual. Primero, el reconocimiento de la piel y luego explicaba lo que iba a realizar. Paso siguiente, el auditorio comenzaba  a quedarse solo.  Al final sólo quedábamos la paciente y yo. La cara de la paciente quedaba un poco roja por la manipulación del "instrumento del mal"  pero la carita lucía hidratada gracias a mi sustancia maravillosa llamada ÁCIDO LÁCTICO.
Mientras trabajaba mis padres me observaban, veía a mi madre enternecerse, pero mi padre tenía una mirada diferente. Yo podía identificar esa mirada, no era de reproche pero sabía que algo no estaba bien. Finalmente, mi último espectador también se retiró, yo estaba muy concentrada en mi trabajo explicando paso a paso la razón de mi protocolo.
Cuando terminaba la tarde y era hora de ir a casa, mi padre me acompañaba a tomar el taxi. Recuerdo claramente como si fuera esta tarde, cuando él me hizo una pregunta suelta. ¿Sabes quién es el mejor marketero de la naturaleza? Yo perpleja lo miraba y me preguntaba ¿Por qué qué me está preguntando eso? ¿Qué es lo que realmente quiere decirme? El frenó la marcha y dijo:  La gallina. ¡Te diré por qué! La gallina publicita su hazaña, ella pone el huevo y se encarga de que todos se enteren de que lo hizo y que lo hizo bien. ¿Entiendes?  Tú no sólo tienes que saber hacer bien lo que haces, tienes que marketearte, tienes que vestirte como una profesional, tienes que hablar como una profesional, se tiene que proyectar en tú imagen que eres una persona profesional. Me sentí avergonzada.

Le dije, que era cierto, que estaba buscando donde especializarme, que había encontrado un congreso en Córdoba, Argentina y que en 2 meses estaría viajando. Se quedó en silencio unos segundos, luego dijo ¿cuánto tiempo dura ese congreso?  Le dije que serían 2 días, pero que también haría un curso de electroestética, nuevamente silencio. Finalmente dijo "Un congreso no es para especializarte, sino para enterarte de cómo están las cosas en ese mundo de la estética, ve y mira nuevas tendencias y regresa para ponerlas en práctica".

Ya en el taxi, pensaba en las palabras de mi padre, me sentía un poco desalentada porque me había dicho entre líneas que no se me veía profesional. Era hora de elegir un atuendo que represente lo que era una ESTETICISTA, no una enfermera, tampoco una doctora, una ESTETICISTA, que represente el cuidado de la belleza de la piel, que represente a una nueva generación de profesionales, con nuevas ideas y que sobre todo ese atuendo hable de  profesionalismo.

De regreso a la Avenida Emancipación...............


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