
Era noviembre del año 2011, la estética profesional se manejaba de una manera exclusivista, los centros de enseñanza "más remembrados" cobraban sumas altas de dinero y se dictaban clases en centros de enseñanza pobres en formación. Todas mirábamos preocupadas lo que sucedía.

Regresé a mi centro de estudios y pregunté si existía algún lugar donde se agruparan las profesionales que ya habíamos terminado la carrera. Alguien dijo que sí había pero que solo se reunían para confraternizar. Pero, ¿no hacen nada por ayudar con el reconocimiento de la carrera de cosmiatra?, pregunté. Nada, ellas son amigas, me contestó.
Decidí crear un perfil en Facebook, no tenía claro el nombre, probé varias opciones y decidí ponerle SOCIEDAD DE ESTETICISTAS. Me amanecí invitando a mucha gente que consideraba le podía interesar, muchos ignoraban mi solicitud, pero yo estaba decidida a continuar en mi búsqueda por la normativa.
¿Ya no vendrá nadie más?, preguntó Elizabeth. Creo que ya no, contestó Ana. En vista de que somos pocas hay que elegir de una vez, continuó Ruth. Me sentía un poco decepcionada. Pensé que iría más gente. Éramos 4 mujeres deseosas de poner en marcha un sueño acariciado por muchas, fundar la ASOCIACIÓN DE ESTETICISTAS DEL PERÚ. Entonces Milagros, ¿hay que pagar la escritura?, me dijo una de ellas. Así es, contesté. No conocíamos el mundo al que estábamos ingresando. Un mundo político y de intereses que manejaba la estética profesional.
Esa noche recibí una invitación de amistad en el perfil de Facebook que había creado. Se presentó amablemente, me explicó la problemática mundial y ofreció ayudarnos. No sabía del mundo que se esconde debajo del rostro esplendoroso de la estética. Ingresaba entonces al mundo de la Estética Internacional, un mundo de apariencias y favores por cobrar.
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