¡Qué tiempos aquellos! Cuando empecé en la estética, me lanzaba a cada tratamiento con tanta energía y dedicación. ¡Qué emoción sentir que estaba ayudando a mis clientes a verse mejor! 💖 Pero… nunca imaginé que mientras les ayudaba a ellos, mi propio cuerpo estaba pagando un precio que ni siquiera conocía.
Mi querida profesora, Zuleika Espinoza, ¡la que me enseñó tanto! Ella fue quien me introdujo a la radiofrecuencia, me explicó cada detalle, cada técnica… todo lo que sabíamos en ese entonces. Años después, ¡zas! La noticia que me dejó impactada: a Zuleika le habían diagnosticado cáncer. Fue un golpe tremendo, tanto para mí como para nuestra comunidad esteticista. 😔 Fue ahí cuando comenzaron las preguntas en mi cabeza… ¿Habrá algo que no estamos viendo?
En esa época, yo trabajaba jornadas de hasta 12 horas, de pie frente a esas máquinas de radiofrecuencia, ultrasonido, cavitación… ¡sin descanso! ¿Sabías que el campo electromagnético (CEM) de estas máquinas puede afectar nuestro sistema inmunológico? Pero nadie hablaba de eso. Las empresas se enfocaban en contar los beneficios para la piel del cliente, ¡pero nunca mencionaban el riesgo para las que operamos la máquina! ¿Y nosotras? ¡Nosotras también somos seres humanos! 😠
Años después, cuando me diagnosticaron linfoma, todo hizo clic. Las largas horas, la exposición constante… ¡ahí estaba la respuesta que tanto había buscado! No te digo que todas las máquinas sean peligrosas, pero si estamos expuestas por tanto tiempo, día tras día, sin información clara… ¡claro que nos volvemos vulnerables!
Hoy, con más de veinte años en esta profesión y una batalla contra el cáncer que logré ganar, quiero alzar la voz. Quiero que las nuevas generaciones de esteticistas sepan la verdad y se cuiden. ¡Nuestro bienestar también importa! Y es hora de que las empresas en estética sean más transparentes y piensen en nosotras. Porque al final, ¡nosotras también somos sus clientes y merecemos seguridad en nuestro trabajo diario! 💪💫”